Inagotable rayuela

Una nueva edición del infinito libro de Julio Cortázar, Rayuela, vuelve a ubicarnos en ese casillero entre mágico y poético que detonó la novelísitica tradicional para proporcionarle al lector nuevos recorridos y posibilidades frente a la obra literaria.

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LA CELEBRACIÓN en la ciudad argentina de Córdoba del VII Congreso Internacional de la Lengua Española ha propiciado la publicación de un nuevo título de esa colección de ediciones conmemorativas que entre la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española ha puesto en circulación títulos fundamentales del castellano como El Quijote, Cien años de soledad, La región más transparente, La ciudad y los perros, Yo el supremo, La colmena o compendios de la obra de Borges, Rubén Darío o Pablo Neruda.

En esta ocasión, y con todos los ojos puestos en Argentina, ha sido uno de sus grandes escritores, Julio Cortázar, el protagonista de una reedición más de uno de sus textos más conocidos y también más admirados, como es Rayuela (Alfaguara). Como es habitual, la edición es magnífica, con un precio muy asequible y en la que además del propio texto se completa con una serie de elementos que permiten aproximarse de una mejor manera al texto protagonista. En esta ocasión Rayuela, cuyo título original iba a ser Mandala, pero que el propio Julio Cortázar pensó que ese nombre exigía en el lector un «conocimiento del estoterismo búdico o tibetano» —algo que no debía presuponer— aparece flanqueada por interesantes textos de autores muy próximos al argentino como Gabriel García Márquez, Adolfo Bioy Casares, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes o Sergio Ramírez escribieron en algún momento de sus vidas algún comentario sobre Rayuela o sobre el propio Julio Cortázar que, aquí reunidos, redimensionan el propio libro y nos ofrecen interesantes visiones de ese experimento literario en que se convirtió Rayuela desde su escritura y publicación. Especialmente emocionante resulta la inclusión en este volumen del llamado Cuaderno de bitácora y transcripción que, de la propia letra de Julio Cortázar, define el itinerario a seguir en el proceso creativo de la novela. Una edición fascsímil de ese preciado documento que ha sido cedido por la Biblioteca Nacional de Argentina y que junto con una biobibliografía firmada por María Alejandra Atadía, un índice onomástico, así como otro conjunto de textos de especialistas de la obra del creador de los Cronopios, ponen en nuestras manos todo un artefacto lleno de aristas para entender mejor esa novela o contranovela, como se la cita en el prólogo empleando una acepción de su autor.

"Un texto que mantiene activa la frescura casi reaccionaria del momento de su escritura y que muchos jóvenes de diferentes generaciones han ido adoptando casi como un manifiesto vital"

Y es que Rayuela, desde su publicación en 1963, se convirtió, como también argumentó Julio Cortázar, no en un único libro, sino en muchos libros. Esa contranovela dinamitó el tradicional proceso narrativo de este género planteando una doble lectura de sus diferentes capítulos, una primera de manera lineal, y otra siguiendo un índice de numeración con el que cada uno de ellos aparece señalado. Dos maneras de leer un mismo texto que de esta manera genera novedosas percepciones de esa historia escrita "del lado de allá", en París; y "del lado de acá", en Argentina, para contar las tribulaciones de Horacio Oliveira y su relación con Lucía, conocida como La Maga. La relación de Oliveira con el territorio físico que tanto marca la narración, así como con esa mujer y con los diferentes protagonistas de la novela, generan una maravillosa tela de araña que siempre que vuelves a ella te atrapa. Un texto que mantiene activa la frescura casi reaccionaria del momento de su escritura y que muchos jóvenes de diferentes generaciones han ido adoptando casi como un manifiesto vital, lleno de las referencias culturales de Julio Cortázar, que van desde el pensamiento a la pintura o desde la música de jazz hasta el cine. Dejarse llevar por estas casillas es parte de un juego que, como nunca antes consiguió la literatura, le concede al lector un singular protagonismo.

Se configura así un territorio de libertad para llegar al cielo, un espacio de elecciones y decisiones sin reglas ni mandamientos impuestos por una generación anterior. Ese cielo, la casilla número nueve de la rayuela, es parte de la búsqueda permanente del protagonista, una búsqueda llena de vitalidad y de energía que, como lector, se siente desde esa primera pregunta con la que se inicia este deambular: ¿Encontraría a la Maga?

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